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jueves, 1 de septiembre de 2011

De amor, zapatos y otras adicciones...

Este post nació al escuchar  la  letra de una canción de Santiago Cruz llamada “En tus zapatos”  la cual se las dejo en mi playlist para su deleite e incluyo su letra a continuación:

Hoy que te duele el corazón,
Hoy que te quedas sin motor,
Hoy que la pena no te deja seguir,
Hoy que te ves a la deriva,
Y que te pesa el estar viva… 
No vengas porque así me sentí.

Hoy que él te deja a la mitad,
Hoy que te incumple las promesas,
Hoy que despiertas sin saber donde estas.
Hoy que destruyen tu confianza
Y sientes que nada te alcanza… No vengas porque así me sentí

Por si no te acuerdas
Yo estuve en tus zapatos
Fuiste mi verdugo y la culpable de que hoy me alivie tu fracaso

Hoy que te arde el alma
Y te cuesta cada paso
No vengas a pedirme que te abrace
Y que recoja los pedazos
No vengas porque así me sentí

Hoy que se salen de tu vida
Hoy que te avisa la caída
No vengas porque así me sentí

Así…
Cuando dijiste que te ibas
Ya ves es así, la vida sola se equilibra

No puedo mentir
Me sabe bien tu pesadilla…


Y que bien sabe cuando los papeles se invierten, pero bueno mi motivo para escribir no es la venganza, ni el deleite de poder presenciar el “karma”, si no la analogía que llega a mi mente: “El amor como los zapatos” y no lo digo por las pisoteadas, no no no no,  nada de eso, creo que todos o al menos la mayoría de las personas estamos consientes de que  una de las mayores adicciones del género femenino después de la ropa son los zapatos, perdición económica por así decirle, pero ¿cual es otra de nuestras debilidades? ¡Sí! Ya pasó por tu mente,  el AMOR, no hay de otra, crecemos con la idea de que llegará nuestro príncipe con la zapatilla de cristal y seremos felices por siempre U__u  cosa que a lo largo de la historia hemos comprobado que es muy poco probable que suceda tal cual.


Pero a poco no es muy común que vas al centro comercial, volteas a un aparador y allí están unos zapatos que con solo verlos te enloquecieron, entras,  los checas y ¡sí! Son lindísimos, los pides en tu número, te los pruebas y definitivamente no te sientes cómoda con ellos ¡pero se ven preciosos! Por lo tanto te vale esa sensación, te gustaron así que  los llevas contigo, y claro en cuanto sales “luciéndolos” te lastiman, pero todo mundo te recuerda lo maravillosos que se ven y reafirman tu idea así que no importa, seguirás con ellos hasta que te quedes sin poder caminar un rato o  en todo caso hasta que tu instinto masoquista se apague.



Están esas otras ocasiones en las que encuentras unos zapatos preciosos, te los pruebas y te quedan si no súper cómodos de menos no te lastiman pero ¡ups! Son carísimos, no puedes tenerlos, así que empiezas a restringirte en gastos,  trabajas horas extras. Los quieres, te encantaron y ¡los vas a tener!  Así que sigues intentándolo hasta que lo consigues, ¡los tienes contigo!  Sales con ellos y ¡zaz! Ya no te gustan tanto, realmente ya no los ves tan bonitos como en el aparador, invertiste esfuerzo, tiempo y demás pero realmente no valían todo lo que hiciste o si lo valían pero tú ya no puedes ver ese valor.... No eran para ti.




Y por último están esos zapatos que te hacen sentir que caminas en el cielo,  no son tan estéticos, quizás hasta se vean desteñidos,  de tanto que adoras tenerlos contigo hasta se notan desgastados pero el confort que te ofrecen es incomparable, los adoras, los quieres por y para siempre, ¡Que no se acaben!  Todo mundo te dice que ya los dejes, que los tires, que ya no sirven,  pero te acompañan en todas tus aventuras, son tus cómplices y no te lastiman. No te da miedo de dar cada paso, pues parece que se hicieron para caminar a la medida de tu pie y su alcance.  El valor no fue lo que invertiste en  ellos, sino lo que te hacen sentir...




Entonces ¿El amor como los zapatos?



¿Caminamos juntos?

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